miércoles, julio 26, 2006

Valparaíso brutal: Don David.

11 de la mañana. El cielo amenazaba con lluvia. Desayuno de campeones.
1 de la tarde. No hacía frío. Tercera o cuarta ronda. Segundo turno para ir a comprar.
Me acompañó kaki y, cuando volvíamos, divisamos en la vereda de enfrente un mesón al lado de un carro vendedor de pescados. De esos de las ferias de barrio. "Vamos a comer cebiche", me dijo el kaki, y yo contesté "vamos, pero no creo que vendan cebiche". Vendían mariscales a luca. Comimos. Desde el balcón de la casa de calle Francia #627, en la que moramos durante tres noches, se asomaron el resto de los comensales que esperaban por las botellas de cerveza que fuimos a comprar a la botillería, distante a media cuadra de aquel tercer piso con vista a la calle. Nuestros amigos al vernos comer tal delicia, cuando el cuerpo más lo necesita después de una noche infernal en un bar porteño, no soportaron la envidia y bajaron a por el suyo. Esta decisión gatilló un inesperado cambio de escenario en nuestro carrete porteño de día Sábado. Desde ese momento beberíamos en la calle, en el puesto de mariscales y junto a David, Ernesto y Juan. "¿Les importa que abra esta cerveza?", pregunté. "No hay ningún problema, usted es un hombre libre", me respondió don Ernesto -y agregó- "pero yo les recomiendo que se tomen una copita de vino blanco porque el marisco helado con la cerveza helada les va a caer pesado". Apenas terminó la frase, Gonzalo me miró seriamente y me dijo "vamos a comprar entonces". Fueron muchas cajas de vino. Y muchas más cervezas y buena conversación con personajes del puerto que tanto nos gusta y al que siempre queremos volver. De pronto me vi conversando con don David mientras éste abría almejas con un enorme cuchillo y una envidiable pericia "para abrir conchas", le dije. Sonrió y comenzamos una larga conversación que terminó en un "sucucho" a la vuelta de la esquina, adonde David me llevó luego de rechazar mi invitación a beber de mi vino blanco Clos de Pirque. Conversamos bastante, aunque no quiso profundizar en su vida. Me advirtió: "te sorprenderías demasiado y (mi vida) no se la cuento a desconocidos". La ecuación es sencilla: Valparaíso es igual a muchos "davides", cada uno especial, ameno y con una gran historia detrás. El que me tocó, a pesar de su negativa a entrar en detalles, me dijo que se dedicaba a la venta de mariscos desde hace cuarenta años, pero que había hecho muchas cosas más y que precisamente esas no me las diría, inisitió, mientras yo intentaba mantenerme firme para verlo a él y de vez en cuando voltear la cabeza para saber en qué estaba el partido de Wanderers con La Serena.
Mientras bebíamos nuestros fanschops, me contó de sus cuatro hijos y del orgullo que sentía por haber sido capaz de financiar a uno de ellos para que estudiara en la universidad, cuando él apenas hizo la básica. Además, tuvo tiempo para festinar con su intacta capacidad sexual y el hecho de no necesitar viagra, a sus sesenta, para satisfacer a su novia treinta años menor y a quien le compra lo que ella quiera "porque me gusta tenerla como una reina", dijo. Ya más suelto, aseguró que su mayor fuente de alegría y tranquilidad era haber adquirido el carro para la venta de sus pescados y mariscos que compró "gracias a un subsidio del gobierno". Es así como David se gana la vida, de Martes a Sábado, en la calle Francia a pasos de Victoria. "Me costó cinco millones de pesos y las cuotas las pagué sin problemas ya que este negocio da para vivir tranquilo". Una vez que salimos del bar, volvimos al carro y me encontré con la sorpresa de ver a mis amigos más ebrios que cuando los dejé. En eso, don David me invitó a conocer su negocio y me mostró el arte de "filetear" unos pescados que eran para su hija que lo estaba esperando. Mientras, yo bebía de mi botella de cerveza a su lado y mis amigos conversaban con los otros hombres. Bajé y les dije "este viejo es increíble, estoy feliz porque esto es periodismo duro, de verdad" (cosas que te hece decir el alcohol). No obstante, mi alegría y satisfacción se vino al suelo cuando el kaki me aseguró que el dueño de todo el cuento era Don Juan, el hombre que menos hablaba, pero que más trabajo hacía.
Lo peor es que comprobé que aquello era cierto, David me había mentido.
Sin duda, un gran personaje. Y yo, un pésimo reportero.
Lo sé.

7 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Esta wea es periodismo DUro o no Chinasky?


Conmovedor

28 de julio de 2006, 5:39 p. m.  
Blogger Poly said...

Me gusto la historia =)

eso...

un beso tio rodrigo


au revoir

2 de septiembre de 2006, 8:01 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

aun espero lujan

3 de noviembre de 2006, 4:41 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

podríamos haber visto el partido "juntos" Lujan...
Será para la proxima.

5 de noviembre de 2006, 3:09 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

Lujan ahora quiero que hable de su ultimo viaje a valparaiso que por lo que SE fue bien interesante.

12 de noviembre de 2006, 11:57 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

escribe lujan... quiero soñarte

14 de noviembre de 2006, 10:59 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

lee tu mail

15 de noviembre de 2006, 12:11 a. m.  

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