Fin de semana de locos... Y no es poco

Sábado por la noche. Metro Las Rejas con alta densidad de jóvenes "emos". Quien habla: el primero en llegar. La Muriel y la Yedra me siguieron al rato. Luego el Alvaro, el Enzo y la Paula, el Gabriel y el Aldo. El puzzle se completó con la llegada de la Roma y Víctor Valdés una hora y media después de lo pactado. Da lo mismo. A la Picá fueron los pasajes. Rebotamos. Pancho Causeo fue la estación definitiva. Dos terremotos y a la cresta de la ola. Terminamos en el carrete de las compañeras del Alvarito. Paracaidistas. El Gabriel y yo sondeamos a la gringa de intercambio. Ninguno pudo (aunque yo abandoné la carrera, mínimo). El Aldo las hacía de hombre serio y responsable. El chapa y el Pablo en lo suyo (eso no se explica) y yo, de nuevo, intentando recordar la letra de una canción en un constante vaivén... En fin. La noche ya hecha mañana me abandonó en la casa del hombre serio.

¿Respuesta definitiva? Día Domingo, dos de la tarde...
-Sí, -me dijo el Aldo- podemos seguir carreteando.
-Me parece una sabia respuesta amigo -le contesté-, procedamos entonces a llamar a quienes faltaron la noche anterior. Y eso hicimos.
A las cinco de la tarde estábamos nuevamemente en desórbita, acompañados por nuevos elementos: la lola, el moncho y el muela; además de la exigua participación de la Leyla.

Tarde frenética. Como en los viejos tiempos.
La Lola optó por los comentarios de cine ante la mirada atenta de sus interlocutores. La Muriel y yo cantamos -¡y hasta bailamos!- 19 días y 500 noches de Sabina una innumerable cantidad de veces. Nos sobran los motivos también marcó presencia. El Darío, fiel a su costumbre, optó por el silencio o eso creo. El Aldo, cada vez estaba más serio. Irreconocible. La Leyla en un sillón observaba en calma. El Gabriel, oh el Gabriel, fue definitivamente la fuente de la alegría. El muela, una vez más, se encontraba en la víspera de su inefable transformación en el temido Hanibbal Lecter. La Yedra, muy linda ella, fue una activa participante del reencuentro de amigos que se aman. Siempre con gran disposición al baile y la juerga. Pero que no se mal entienda.
Tarde de balticas y escudos. De vodka y ron.
Cambio de escenario
-"Vámonos para mi casa" -dijo la lola-.
-"Que buena idea" -respondimos al unísono-.
Y allá llegamos a eso de las 23 horas, si es que la memoria no me falla.
Más cervezas y una promo. Entre canción y canción, el baile no se nos escapó. Incluso alguna confesión....
Ya no me acuerdo a qué hora me entregué a los brazos del sueño una vez que fui removido de mi ubicación original jajaja. A las no sé qué hora de la mañana del día Lunes abandoné el recinto en compañía del Gabriel y el Darío.

Me gustaría que me ayudarán a completar esta crónica incompleta.
Colaboren con alguna anécdota o algún parecer, en fin...